Colombia
Javier Jaramillo Frikas
21 noviembre 09
Columna
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En política, dicen los expertos, nada es casualidad. El súbito viaje a Colombia del gobernador Marco Antonio Adame Castillo con una comitiva de chile y manteca lleva a muchas lecturas, algunas de ellas lo bastante serias para compartirlas. Por ejemplo: el viaje oficializa la aceptación del Gobierno de Morelos que nuestro territorio está dentro del “Mapa del Narcotráfico”, una realidad que sistemáticamente ha sido negada por mandatarios incluido el mismo Adame. En tanto, el propio gobernador tiene en su escritorio un citatorio de un juez federal para que declare a petición de su ex secretario de Seguridad Pública, Luis Angel Cabeza de Vaca, preso en una prisión federal por presunto encubrimiento a un cártel.
Otra: Adame va con priistas, perredistas, empresarios y sus funcionarios, al país que gobierna un hombre que nunca ha negado su filiación ultraderechista, Alvaro Uribe, justo el mandatario latinoamericano que mejor trato tiene con el presidente Felipe Calderón. Es conocido que Adame ha participado desde sus mocedades en movimientos con esa tendencia, al grado que se le considera uno de los más importantes políticos emanados del Yunque, la organización que llenó el hueco del MURO –Movimiento Unificador de Renovación Orientadora-- de los años 60 y 70´s, el extremo de la radical izquierda que pasó de la Liga 16 de Septiembre y terminó con los EPR, ERPIS y otros. Nunca lo ha aceptado pero tampoco negado. Es un hombre con esa formación que lo hace especial, de una vertebración de resistencia ante la agresión y desinterés de quienes no estén de acuerdo con él. Es con el o en contra de él. Radical al cien. Pero de derecha, que son menos estridentes pero mayormente peligrosos e intolerantes que los que gritan desde la izquierda más recalcitrante.
Morelos ha sido hace 30 años o más, territorio del narco, ya como pista múltiple de aterrizaje que como vecindario de jefes de cárteles. Todo ello ha sido público y ponemos a dos personajes, ambos segundo y tercer jefes del Cártel de Juárez: Rafael Aguilar Guajardo, delegado a finales de los setenta de la Dirección Federal de Seguridad, poderosísimo ente gubernamental ligado íntimamente con el negocio de las drogas, quien fue sucesor de Pablo Acosta “El Pablote de Ojinaga” y antecesor del que lo mandó asesinar en Cancún en 1993, su entonces lugarteniente Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”. Esto ha aparecido desde hace más de dos décadas en los medios. Es historia.
Las condiciones han cambiado. Morelos ha dejado de ser pista o residencia. Es, junto con la mayor parte del país, parte activa de un poderoso negocio multinacional que no va a terminar en base a intenciones o reuniones bilaterales entre un país y una pequeña entidad. Para fortuna de quienes vivimos en Morelos, los asuntos de personas que tengan que ver con negocio de las drogas, los han arreglado entre ellos. Y eso no es irresponsabilidad comentarlo, porque más lo es quedarse callados desde oficinas públicas. Se ajustan entre sí o con quienes se involucran en sus actividades. Allá cada quien. No es del dominio público ni debe interesarle a los que no sean activos del negocio o a las autoridades. Cosa de ellos en los que la sociedad en su mayoría lo mejor que debe –eso incluye a los periodistas—es ocuparse de sus asuntos y no de aquellos. Por ello hablamos de un viaje con una presunta intención que nos parece arbitrario publicitarlo tanto. Es la ratificación del “Farol de la Calle y Oscuridad en su Casa”. Las empresas del llamado narco no son rústicas ni operan partiendo de pasiones primitivas, la modernidad no solo ha entrado en los grandes consorcios o en los gobiernos, en los hogares mismos con el internet. En un mundo globalizado sólo primigenios creerían que las decisiones se toman sentados en piedras, con leña al máximo fuego al centro, sarapes en las espaldas y una botella de mezcal, tequila o ron.
La visita a Colombia es turística, de cortesía, poco o nada beneficiará a Morelos y su sociedad. Fue, en los hechos, “sacada de la manga” porque su anuncio se da en la víspera. Cómo nos gustaría que a su regreso cada uno de los viajeros nos detallara a todos el beneficio y en qué se aplicarán las medidas que llevaron a Colombia a salir del baño de sangre que en los 80 y 90’s los hizo famosos. Hace 25 años en esta columna mencionábamos la Medellinización de Guadalajara y la Colombianización de México para un futuro cercano. Nos alcanzó la realidad. Era claro que así sería. Hoy, probado cada día en el recuento de los cadáveres, México es un símil del Colombia de hace 15 y 20 años. La diferencia entre ellos y los mexicanos es que Estados Unidos es nuestro vecino en la parte de arriba y aquí no tenemos condiciones de cultivo para el producto principal en el mercado que es la cocaína.
Reordenadas las condiciones para ese negocio, el pequeño territorio de Morelos –que desde siempre ha sido trasiego de todo tipo de droga y contrabando, por la cercanía al DF, por ser el centro entre ambos océanos o por obligación geográfica— sigue siendo estratégico por su propia geografía y la actividad real no es mayor. Sí, claro, han sucedido ejecuciones, algunas operadas aquí y concluidas y otras venidas de otros lugares para que aquí aparezcan. Eso no se va a terminar por decreto. Forman parte de la naturaleza misma del entorno delictivo organizado. Lo que sí puede afirmarse es que los ajustes o las cuentas han sido entre los que son y el resto de la sociedad está excluida. Bendición o no, las mismas autoridades tendrían que reconocerlo… aunque sea en su intimidad.
Lo de que en política no existen casualidades es porque paralelamente que el doctor Adame viaja a Colombia con su comitiva gubernamental, aparece el simpático Liborio Román Cruz Mejía, el ya famoso “Comal Tiznado” y revela que la mayoría de los gobiernos municipales “vendieron las secretarías de Seguridad Pública al crimen organizado”. Valiente, decidido, Liborio dice que él no aceptó, hace meses como candidato a presidente municipal, el apoyo económico para la compra de votos y los envió por un tubo a sus ofertantes. Aplausos. No hace mucho el alcalde de Jiutepec era él. Si decimos que el problema está aquí desde hace décadas, queremos imaginar que el buen Comal supo rechazar tentaciones, amenazas, presiones y quedar exento de compromisos. O fue él mismo quien instruyó al dúo Pérez Soria—Enrique Iragorri en aquello de la negociación con el narco de tan reciente memoria electorera.
Ahora, apostamos perros contra camellos que si el PAN gana la mayoría de ayuntamientos, Liborio Román no abre la boca. Lo ha hecho tras recibir una orden, es parte de la estrategia de golpeo que tiene el PAN—Gobierno de cara a la siguiente elección. Debe destacarse la laboriosidad de los panistas dirigentes para no salir de los medios. Son listos y cuentan con el respaldo oficial para que todo camine. Solo los que no conocen de esto, les pasa de noche. Liborio es uno de los “fajadores” en la lista blanquiazul—gobierno para simular la fragilidad de la administración y la deserción en el PAN.
El asunto es simple: han tratado desde el gobierno—PAN de marcar la agenda en tanto el gobernador se encuentra de visita en Colombia con su par –en cuanto a formación ideológica y espiritual—Alvaro Uribe y usan a Liborio. Buena intención. Ya se han enganchado varios, como el diputado Andrés González mientras cuatro compañeros suyos están en tierras de buen café y hermosas mujeres. Pero otros desecharon el aromático grano, revisaron su entorno, sacaron al animal político que llevan dentro y, en el último minuto se quedaron.
¿Se imaginan al presidente municipal de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós, con una administración que no encontró en caja más que mal olor, con los policías metropolitanos a punto de estallar un paro, consiguiendo para pagar la nómina, siguiendo al doctor Adame y mezclado en una comitiva que parece multitud aprendiendo de seguridad mientras el municipio que apenas gobierna vive una crisis heredada ex profeso?
No tenemos las razones de Martínez Garrigós para romper el boleto de avión y quedarse, pero no es complicado intuir que dueño de un fino olfato político, preocupado de la realidad del entorno burocrático municipal, decidió desactivar con política algunas de las “minas” que le dejaron en cada metro del territorio cuernavacense. Con una o dos que desarme en este íntimo “puente colombiano”, valió la pena. Dicen que ver para creer: el joven alcalde juega ya en la primera división. Lo saben muchos y por ello es “el blanco central” de los misiles que salen desde el edificio frente a Plaza de Armas.
Sí, en política nada es casualidad.
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