El Ney
11 de octubre 2009
Javier Jaramillo Frikas
Columna
Prohibido Prohibir
Querido Ney
Cacarero, noche tras noche y para todos buen amigo,
deshabitado halle de pronto tu camino,
y arrumbados, nuestros sueños, de trovero.
Compañero, de aquellas noches de bohemia y aventura,
cuántos recuerdos se han quedado en mi memoria,
de tu canto…de tu risa…de mi amigo…
Adonde van, los amigos que se van,
cuando se quedan dormidos, adonde van,
quién les hará compañía donde están,
quién calmará su soledad.
Compañero, de bella estampa y siempre alegre aquel chancero,
cuántos recuerdos se han quedado en mi memoria,
de tu canto…de tu risa…de mi amigo…
Adonde van los amigos que se van,
cuando abandonan el nido, adonde van,
qué les harán, cuanto tiempo pasará…
Para volvernos a encontrar…
(Canción “Los Amigos que se van” del maestro Sergio Esquivel.
Si en esta vida existiera la llamada justicia divina, El Ney no muere. Era de los buenos, el de la mano extendida a todos, el de la nobleza pura, sin rebabas. Que es el destino, dicen unos. Que ya descansa, otros. Nada de eso. El nunca se cansó de la vida ni le hizo mal a nadie. Si el destino existe y es por él, qué poca madre tiene el destino…si es que madre tiene. Palabras “de cajón”, por eso los velorios y los entierros aniquilan y terminan por partir a los que más los quieren. Y luego solos, esperando que el tiempo y el espacio coloquen vendoletes a heridas internas, invisibles a los rayos X, a la tecnología que no puede por fortuna ver los rincones del alma, también si esta existe. No se pueden cerrar. Toda su vida (nació el 6 de enero de 1951) junto a su padre “El Guachi” don Joaquín Núñez, a los tres años con la ausencia física de su joven madre, pegado a su hermano Carlos “El Chivo” con unos cuantos meses de nacido. Su mamá, muy joven, murió y dejó a un muchacho Joaquín. El se dedicó a sus hijos, no quiso que nada se interpusiera entre ellos, y Jorge Núñez Suástegui con él, se hicieron amigos, hermanos, compañeros de bohemia. Los dos con un gusto extremo por la música romántica. “El Huachi” dueño de una espectacular voz, “El Ney” digno heredero, tanto que la canción “No” de Manzanero, solo la cantaban bien Carlos Lico y él y si nos ponen a escoger le alzamos la mano a “Ney”, que en los altos le daba “en su dre” al cabezón yucateco autor de “La Boa” –para los que no saben esa canción aparentemente cubana es del mexicano Lico, entonces cantante de un grupo llamado “Los Pao Pao”, antes de convertirse en el mejor intérprete de don Armando--.
Se nos murió “El Ney” la mañana del sábado, a las 9 con 15 minutos para ser exactos. Si bien ponderamos el buen servicio en el Hospital General “José G. Parres”, esta vez si queremos comentar que hubo negligencia, desinterés de los responsables porque iba muy mal y lo tuvieron ahí 10, 20, 40 preciosos minutos que pudieran ser la diferencia de tenerlo en recuperación o como ya se encuentra, con su mamá en el legendario panteón de “La Leona”. “Que lo revise un médico allá, tenemos pacientes de urgencia”, nos dice Sergio Arce Castro que le dijeron en urgencias, el mejor conocido como “Pepe del Aguila”, zarqueño igual que Jorge y el que escribe, amigo desde niño también, afirma que poco caso les hicieron. El en su taxi vivió las últimas horas con su papá, su hermano Carlos y los llevo de un lugar al otro. No lo quisieron atender. “Ney” no podía hablar, no pudo gritar con su voz de tenor a los médicos que le salvaran la vida. Desesperados lo llevaron con el médico de los pobres, medianos y ricos, con un auténtico discípulo de Hipócrates, señalado por profesionales de la medicina que cobran por lo que venden (zona residencial, lujoso consultorio, voz engolada, pero que a Zurita se la Pérez Prado), pero respetado y llamado por los que lo queremos “San Juan” Manuel Zurita. Hombre incansable, humano, sensible, y sin duda el mejor cirujano que existe en Morelos, casi licenciado en derecho, que por infortunio, a esa hora de la mañana había salido para atender una emergencia en un hospital privado. Fueron a Temixco con el doctor Hiromoto, hizo lo imposible, pero era tarde, “El Ney” no pudo más y se le detuvo su enorme corazón.
Decimos lo anterior no para marcar al “G, Parres” donde llegan cientos de enfermos, todos con la urgencia de ser atendidos y somos testigo de sus esfuerzos, sí para que el paisano doctor Victor Caballero Solano ubique en la antesala de ingreso a profesionales con criterio, que a simple auscultación evalúe hacia dónde canalizarlos, si no hay problema que aguarden o si, como en el caso de “Ney”, meterlo de inmediato a terapia intensiva. Lo sabemos, es mucho más lo bueno que hacen en ese nosocomio que los casos como este que nos duele.
Qué no podemos escribir de vivencias con Jorge “El Ney” Núñez Suástegui. Lo hemos hecho con motivo de su cumpleaños en diferentes medios durante los últimos 30 años. “El Cuarto Rey Mago”, se decía, porque eran los tres con Melchor el negrito y se acomodaba: “La historia es racista: ¿Por qué dos blancos y un negro? Yo iba ahí, solo que Melchor estaba más prieto que yo y siempre me relegaron”. Refería a que nació un 6 de enero y, al tiempo, nos damos cuenta que fue un regalo para Cuernavaca, para Morelos porque ¿quién no escuchó a Ney con su guitarra, con Folclor 4 su grupo, con Huitzilin de David Peñaflor –que llevaron las raíces mexicanas más allá de las fronteras-- o con Las Jaramillo en El Cabaret--. “El Ney” fue un regalo primero para nosotros, los que tuvimos el privilegio de nacer en una zona residencial, de alta plusvalía histórica, emocional y moral como fue el centro de la ciudad, en las pomadosas vecindades. Siempre se dan pleitos verbales a quién es el mejor cronista de Cuernavaca y la disputa se hace grande en círculos literarios y glamorosos. Ni darle vueltas: nadie como “Ney” retrataba con exactitud el Cuernavaca a partir de los años 50. Lo hizo hace más de 20 años que se atrevió a inventar una página de cultura en el extinto Clarín. Pero qué mejor sentarse frente a él, con guitarra cual fusil listo a disparar y herir en el corazón al enamorado y escuchar la precisión de personajes y lugares de nuestra querida ciudad. Lo dice un escribano que hace crónica sin técnica pero si pasión –así es, yo--: quién mejor ha retratado Cuernavaca a partir de los 50’s fue Jorge Núñez Suástegui “El Ney” y nunca en una mesa de conferencias o presentando libros que se repiten hasta el cansancio. No, en un banquillo, arriba del escenario, en inolvidables tertulias desde donde enviaba preguntas que muchas veces quedaron sin respuesta, no obstante estar rodeado de cuernavacenses puros. Sabía más, lo conservaba en una memoria de excelencia, cosas como macetas y tipo de ventanales, puertas… o las piernas de la hija mayor.
Su agilidad mental era de llamar la atención, siempre tenía la respuesta correcta al dardo envenenado. No solía dejarse nada dentro, pero contaba con una paciencia bárbara para lanzar su misil en el momento exacto. Lo vivimos muchas ocasiones, pero exponemos una de ellas para que lo midamos. Lo contrató una familia amiga en una bonita casa en Las Delicias. Llegó con sus compañeros Arturo y Sergio Castañeda y Miguel, el Folclor 4. De pronto comenzaron a entonar lo más granado de su repertorio. Era el mejor en su género. Un amigo mutuo, reconocido por propios y extraños como “cargado”, alburero y cábula, agarró de barco a “Ney” y gritaba: “¡Que cante Celia Cruz! ¡Que cante Celia Cruz!”. Era obvio que la dirección iba a Jorge. Pasaron dos, tres melodías cuando antes de empezar la siguiente, “Ney” pidió la atención de los asistentes y de manera solemne solicitó permiso para dedicar la melodía a una persona. Todos asintieron. Y raudo:
--“Esta canción la queremos dedicar al distinguido arquitecto Victor Manuel …”
De inmediato el aludido alzaba las manos como torero en hombros y cuando comenzaban los aplausos se escuchó el agregado: “Mejor conocido como… ¡“El Tlacuachito” Cinta!”
Al buen Victor no le gustó la alusión y volvió a gritarle: “¡De todos modos eres Celia Cruz!, y “El Ney”, sonriente, decente, respondió: “¡Cómo no mi Tlacuachito, ahí te va esta!”. Y se soltaron las carcajadas. Obvio que las pronunciadas ojeras de Victor delataban su origen árabe y “El Ney” casi inmortaliza al negro constructor de casas y buena crónica.
Ya en la Peña Picaflor –arriba de La Universal, en pleno centro con el arquitecto Sagahón--, El Bar Vikingo de la Parrilla Danesa, en Mi Ranchito del señor Pereira o en tantos lugares que amenizaba con su guitarra, “Ney” hizo célebres frases, siempre blancas, nunca le escuchamos una grosería en su trabajo. Dejó grabado en la mente de miles aquella de: “si no me quieres por feo… ¡Sácame a pasear de noche!”
Fue el primer amigo que un servidor tuvo y esa relación, gracias a él, a su carácter y a su amor por sus amigos, nunca varió. Atento, regularmente la llamada para saber cómo estábamos. La última hará unos 10 días para preparar el cumpleaños como cada 12 de octubre, desde siempre, con alcohol o sin él, con las guitarras y los cuates cercanos. “Ya sabes, ando medio malón, de los bronquios, tengo que estar al tiro para ese día, ¿no?”. Quedamos de hablar en la víspera. Lo haríamos el domingo o recibiríamos la primera llamada, como cada año, de él por la mañana. No. El sábado fue Carmela, la menor de la familia, que consternada nos dijo que checara si era cierto lo de Ney, que…
Fue El Despertar menos deseado --y no como cuando interpretaba esa canción que hizo famosa Marco Antonio Muñiz (“Sentir de pronto amanecer…) y que era la preferida de una muchacha de bellos ojos negros con las que abría la serenata cada rato--. Pasaron unos minutos. A preguntar. A llamar por teléfono a su casa. Nadie contestaba. Mal presagio. Y luego la confirmación gracias a que Marión lo logró con la tía de Ney, Carmen y le comento, triste –era una de sus fans—a Geli: El querido Ney se había ido. Como diría uno de sus autores favoritos, Alberto Cortez: “…se bebió de golpe todas las estrellas. Se quedó dormido…y ya no despertó”.
Había que estar un rato a solas. ¿Tenía caso avisarle a los demás –lema de la Alianza de Barrios, creación de Juan Jaramillo, donde Ney fue fundador y que musicalizó la letra del himno también hecho por Juan, con otro inolvidable, el Mike Bosques una noche fría en Jiutepec con luz de luna y buena música, sones (de los musicales y de los otros) y botana--¿ No. La sensación de ausencia, de perder a un gran hermano, extraordinario amigo, del que jamás escuchamos una ofensa, el que soportó al borracho empedernido y sus desvaríos, al que cuando alguien lo quería ofender se juntaba una legión de peleadores callejeros para parar de cabeza cualquier bar como “Harry’s donde hizo época con su cuarteto o “Kaova”, porque unos meseros gandallas quisieron darle montón. No sabían estos cuates que Zarco, el barrio bravo y noble, todavía existía, que está a tres calles cortas de ellos, que en dos minutos lo mismo llegabas al zócalo o a la espalda del Palacio de Cortés. Y ahí nació “Ney” y ahí fuimos paridos muchos otros. Hoy Zarco es un barco fantasma, muerto el hermoso bullicio de las vecindades, sus lavaderos a medio patio, las muchachas bonitas que pedían permiso para que sus novios entraran y este lo obtenían hablando con el fulano y poniéndole la cuota: “Te traes un pomo de Ron Algusto y tres cajas de cigarros Fiesta y no hay ninguna bronca”. No solo eran admitidos sino tenían un tipo de pasaporte que los hacía caminar, a cualquier hora, de Salazar a Clavijero y pedir ayuda si había algún problema en cualquier calle del centro. Era el territorio, ese del que fue dueño “Ney” sin tirar un solo golpe, solo con su voz y la guitarra.
¡Cuánto añoramos aquellos ensayos que luego hacíamos serenata con Piteco y él! Nos daban chance de hacer segunda y medio tocar la guitarra. Soportaba las bromas solamente de sus amigos, pero en corto era certero y reviraba. Acostumbrábamos decir que si a los niños los traía la cigüeña, con muchos que nacimos en Zarco no fue así porque ahí estaba “El Ney” y quien nos trajo fue “El Pato Lucas”. Y decía que no, que no el Lucas sino “El Pato Chico”, o sea su hijo de aquel. Les hice un favor”. Tipazo, solidario, gran hijo y mejor amigo de su padre, hermano ejemplar. Nunca lo escuchamos hablar mal de nadie aunque había los que le caían mal. Respetuoso y profundamente católico. Morelense ejemplar, zarqueño inolvidable, músico y cantante de sus amigos, cocinero bueno, diseñador de herencia –su padre se hizo célebre por su arte en la sastrería—y un amigazo. El que escribe tuvo a su primer amigo en Ney y nunca dejamos de serlo. Un orgullo. Y fue por él, por su amplia capacidad de prudencia. Imagínense soportar borrachos peleoneros. Sabía que al sonido de una cuerda de su guitarra era la campana para la tregua y el llamado a la bohemia, interminable, sabrosa, de turnos –unos se iban despachados, llegan las suplencias—y “Ney ahí, con su “lira” con todos los géneros. No había rubro imposible y ha sido el único que profesionalmente traía integrada una trompeta en la garganta que acompasaba con la guitarra. Un personaje querido por quienes lo trataban. No había forma que lo viera mal. Caballeroso, educado y simpático. Así lo vimos siempre, y cómo no si era, sin lugar a dudas, El Más Querido en su género.
Lágrimas contenidas debieron salir gracias a él. Idos cercanísimos, de la sangre, consumiendo entrañas. Había que ser la parte fuerte de una familia de excepción. Ney partió y nos partió. Pero nos dejó abierta la puerta del desahogo, para hacerlo como cada quien guste, quizá escondiéndose de los demás.
“El Ney” tocó e interpretó todas las canciones, pero existen dos que solo los privilegiados las escucharon en una magistral interpretación. Eran “sus” canciones. Las que más le gustaban, que no compartía donde quiera, solamente en los sitios que lo entendieran. Una es de Alberto Cortez y se llama “Alma Mía” y la otra del cubano Silvio Rodríguez con el título “Por quien merece amor”. Imaginen su guitarra su voz y léanlas, por favor. Y lo despedimos con sus palabras: “Ahí estamos”.
“Alma Mía”
Alma mía, como pesan en tus alas las ausencias,
cada día, van sumando soledades indefensas, lejanía, avaricias, ansiedades y desvelos, y una ungría sensación de irrealidad y desconsuelo. Alma mía, siempre en guardia vigilando mis entornos,día a día, mitigando los abusos y sobornos, candilejas, que me acosan sin clemencia con su brillo y que dejan un extraña confusión en mis sentidos. Alma mía, que daría por volver a verte libre, sin estrías dolorosas de misiones imposibles, como antes, por delante de mis sueños y quimeras, anhelante de entregarte como fuera y donde fuera. Alma mía, cualquier día te irás yendo despacito, que agonía fue en el día liberada al infinito, con tus velas, centinelas de la luz a todas horas, sin estelas, que te duelan como duelen las de ahora.
Alma mía , son tas frías las urgencias cotidianas, que manía de invertir cada presente en el mañana, que locura, la premura de vivir en cautiverio, ataduras por pavura irracional a los misterios. Alma mía cuantas veces te ha dejado abandonada, en la vía de los trenes qué van solo de pasada, cicatrices, sacudidas que la vida que ha causado, infelices por ardides que la vida no han borrado. Alma mía, menos mal que no te entregas derrotada, yo diría que es a causa de seguir enamorada, sensiblera, soñadora, vervedora atempestiva, compañera a pesar de los pesares… sigues viva.
Te molesta mi amor, mi amor de juventud, y mi amor es un arte en virtud. Te molesta mi amor, mi amor sin antifaz y mi amor es un arte de paz. Te molesta mi amor, mi amor de humanidad y mi amor es un arte en su edad. Te molesta mi amor, mi amor de surtidor y mi amor es un arte mayor. Mi amor, es mi prenda encantada, es mi extensa morada, es mi espacio sin fin, mi amor, no precisa fronteras, como la primavera, no prefiere jardín. Mi amor no es amor de mercado, porque un amor sangrado no es amor de lucrar, mi amor es todo cuanto tengo, si lo niego lo vendo, para qué respirar.
Te molesta mi amor, mi amor de juventud, y mi amor es un arte en virtud. Te molesta mi amor, mi amor sin antifaz, y mi amor es un arte de paz. Te molesta mi amor, mi amor de humanidad, y mi amor es un arte en su edad, te molesta mi amor, mi amor de surtidor y mi amor es un arte mayor. Mi amor, no es amor de uno solo, sino alma de todos, lo que urge es amar; mi amor, es un amor de abajo, que el devenir me trajo, para hacerlo empinar, mi amor, el más enamorado, es el más olvidado en su antiguo dolor. Mi amor, abre pecho a la muerte y despeña su suerte por un tiempo mejor, mi amor, este amor aguerrido, es un sol encendido…
por quien merece amor.
su "san juan" mejor cirujano? ni especialidad tiene...
ResponderEliminarbuen blog