Qué viene
29 julio 09
Javier Jaramillo Frikas
ColumnaProhibido Prohibir
Son nuevas condiciones las que vive Morelos en materia política. El mapa partidista derivado del 5 de julio debe ser revisado por los que nos dedicamos a ello, pero los actores principales de esta nueva etapa—historia, bien deben hacer un paréntesis en sus sentimientos, afinidades, fobias y rabietas. Morelos merece, ya, ser bien gobernado. Las heridas sufridas por los perdedores ese domingo electoral no se cierran así por así. Requieren de tiempo, prudencia y compromiso. Si estos personajes no asumen su papel al cien, los siguientes tres años esta, nuestra tierra, será escenario de una carnicería brutal por una razón que conocemos los morelenses: los últimos años –10, 15—han sido tropiezo tras tropiezo. Predomina el manejo arbitrario del poder, el depósito de la confianza absoluta en verdaderos truhanes, la ausencia también total de oficio político.
¿Quién fue el último gobernador—gobernador de Morelos? Grave que haya concluido su mandato en 1994 Antonio Riva Palacio al que, paradójicamente, solo le dejaron hacerlo tras una tragedia en abril de 1991 que funcionarios federales como Jorge Carpizo Mc Gregor, Carlos Salinas de Gortari y un actor fundamental del drama, Jorge Carrillo Olea, fueron atrapados por los excesos de familia. Un acto dramático que se quedó en los inmensos archivos de la impunidad. A partir de ahí conocimos del oficio de gobernar, con tres años anteriores perdidos en defensas políticas contra bandas de poder plenamente identificadas que intentaron quitar al gobernador Riva Palacio. No es un homenaje a don Antonio, simplemente el oficio que usó su segunda parte del sexenio le sirvió para mantenerse. Acotado, la primera mitad insistentemente por la fobia salinista y de Los Jorges. Morelos tiene, entonces, 15 años con gobernadores que no han podido cumplirle a la sociedad. Lastimosamente hemos sido un estado ingobernable y no partiendo de la sociedad con una capacidad de resistencia granítica, sino de la incapacidad de los sucesivos jefes del ejecutivo atrapados en pandillas de la burocracia, insaciables nuevos ricos, millonarios, con cargos de alto poder pero ausentes de un fundamento vital: el oficio de gobernar.
Al que escribe se le criticó fuerte cuando en años pasados colocamos a Riva Palacio como el último gobernador de Morelos, pero nos remitimos a las pruebas: hagamos un recuento frío, serio de la actuación de cada uno y si somos honestos llegaremos a la misma conclusión: no ha habido capacidad ni oficio para gobernar. Esas condiciones nos ubicaron en una posición de extrema fragilidad como entidad proclive a la presencia de la delincuencia organizada. Y en la misma cuenta o recuento concluiremos que Morelos ha sido un Estado de Notas Roja en estos últimos tres lustros. Secuestros, residencias de los grandes capos, colusión de los jefes policiacos con la delincuencia organizada (en prisión hay ya más de siete por esta razón, y eran mandos altos, sino anótenle: Armando Martínez Salgado, José Agustín Montiel, Raúl Cortés Galindo “El Mico”, el fallecido en prisión Alberto Pliego Fuentes y ahora tres encabezados por Luis Angel Cabeza de Vaca, Francisco Sánchez González y Francisco Pintado Vázquez). Cada uno de ellos jefes policiacos y todos coludidos en actividades con el narcotráfico.
Que le espera a Adame
Desde del 2000 y no obstante la falta de oficio, una administración no se encontraba en una condición tan flaca en todos los sentidos. El doctor Marco Antonio Adame Castillo tiene ante sí un reto enorme: gobernar sin los resortes propios que impulsen sus políticas públicas. Lo tendrá que hacer pidiendo favores a los que son, sin duda alguna, sus adversarios políticos por razones partidistas. Y estos –así como se observan en este momento—segregan el objetivo básico que es Morelos, briagos con el agridulce (por su dosis de perversidad que trae el triunfo) sabor de una derrota esperada pero no tan brutal y contundente como fue. Eso sucedió el 5 de julio, por factores o fenómenos que usted, querido lector, guste. ¿Está Marco Adame preparado para gobernar en estas nuevas condiciones? ¿Nos tapará la boca a todos sacando una destreza que no le hemos visto en estos casi tres años? ¿Podrá dejar atrás rencores bien ocultos en su rostro agradable y sus palabras elocuentes? ¿Entiende qué ha pasado?
Sí, es el gobernador constitucional del Estado, es un hombre solicitado en la escena nacional por su partido y el propio presidente, pero en la revisión de sus actos como mandatario, no sale airoso. Solo los amanuenses de pago, los panegiristas de nómina gritarán lo contrario, pero los hechos son simples y apabullantes: este gobernador ha reprobado en la materia que califica el examen social: el oficio de gobernar. Y no son ocurrencias o escritos que salen de la animadversión o malsano criterio del que escribe. No, llanamente nos preocupa “el estado de salud del Estado” y no existe medicamento ni escuela para gobernadores con cursos intensivos tipo Instituto Patrulla. Lo da la vertebración, el compromiso social, la capacidad, el talento y todo ello termina en la tenencia del oficio. Qué difícil.
Más no es solo la responsabilidad de Adame, que ha cumplido los trámites protocolarios con los inminentes gobernantes de ayuntamientos y la complicada legislatura de su cierre como jefe del ejecutivo. Tendrá que existir la corresponsabilidad de la nueva composición. Y debe suceder porque Morelos ha extendido la liga al máximo y se puede romper en cualquier momento y eso explota en la parte más débil. Y ella, sin ánimos pasados por la hoguera, es el gobierno del Estado y la encabeza Adame. Otra paradoja: ser el hombre política y socialmente más importante del Estado a la vez que el más débil de la escena política. Para ellos, los que han gobernado, imposible que lo acepten, pero volvemos a la revisión de las nuevas condiciones. No hay otras. Están a la vista. Y estas dictan: o el gobernador Adame excluye actitudes desdeñosas, de silencio, engañosas, o la nueva composición, si tienen talento, prenderá la mecha para después aventar la cubeta. Todo ello, claro, en detrimento de Morelos.
En palabras simples: tan tienen en un puño al gobernador que lo pueden obligar a irse o simplemente echar. Se escucha duro, pero más lo resiente una sociedad que ha demostrado que se mueve de acuerdo a como lo hacen sus gobernantes. Es una de las causas de los acomodos electorales trienales o sexenales. Morelos se ha movido tanto a partir de 1997 como pocos lugares del país. Y ahí están los datos a la vista de cualquiera. No son invenciones. Desde finales del año anterior lo marcábamos en esta columna que la elección de julio sería desfavorable para el PAN y el gobierno. Conforme pasaban los días, semanas y meses, lo reafirmábamos, a grado tal que hoy felizmente nos comunicamos con ustedes por esta maravilla que es La Red gracias a la miopía de funcionarios que no han hecho más que pegarle a su propio jefe por medio de sus malos manejos y ausencia de oficio.
Y no era complicado para los que gobernaban casi a plenitud aun sin resultados para la sociedad, si en lugar de gastar en campañas mediáticas monstruosas hubiesen diseminado a su personal en pueblos, colonias y aceras, que conocieran La Voz de la Calle, esa que nunca falla y dictaba una sentencia mucho antes del 5 de julio. ¿Por qué no escucharon al pueblo? Si fue por soberbia, inentendible; si se dio por sus malos informantes, delicado. Pero si pasa porque no saben cómo hacerlo, gravísimo.
¿Y eso que es? Simple: El Oficio de Gobernar.
¿Dónde está?
Y rematamos como lo hacen también en la calle –que cómo sirve cuando te echan a ella aunque nunca te hayas apartado de allí, con un conjunto de palabras que salen del Cancionero Popular (recuerden que estamos tocando el tema del Oficio de Gobernar y la necesidad morelense porque las cosas mejoren): “Si alguien sabe de él, les ruego información/ cien mil o un millón, yo pagareeeeé…”
Y la pertinente aclaración: no tenemos esas cantidades pero sabemos quiénes hicieron mal uso de dinero público antes y durante el 5 de julio y bien podríamos, todos, obligarlos a que encuentren al Unicornio Azul de Silvio, es decir al escondido Oficio de Gobernar. Morelos y quienes lo habitamos bien valemos la inversión, la pena. Y diría otra letra antigua de un trío del medio siglo pasado, esta vez dirigido a Marco Antonio Adame Castillo: “En tus manos está…”.
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viernes, 31 de julio de 2009
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