jueves, 18 de noviembre de 2010

El Sonido del Agua

Esperemos que termine la contaminación
del Río Apatlaco.

Unión de Morelos
Javier Jaramillo Frikas
Prohibido Prohibir


*Al medio ambiente y a los recursos naturales de Morelos se le defiende con hechos, con acciones concretas que trascienden los periodos de Gobierno municipal, estatal o federal y que tienen que ver no con las próximas elecciones, sino con las próximas generaciones”, expresó Marco Adame.


Ya hace unos cuatro o cinco meses que llegamos al casi paraíso donde vive hace muchos años Benito Nájera Quiroz “El Garrobo”, en el pueblo de Atlacomulco, justo en la barranca. Un lugar exuberante, impresionante, exactamente lo que nuestros antepasados disfrutaron en la rivera de las barrancas de Morelos. La propiedad de Benito es de características especiales: cada uno de sus aproximados cinco mil metros dimana naturaleza, ya una piedra, una planta, un pez en el estanque, la gran piedra que da cobijo al Temaxcal de mayor extravagancia que jamás hayamos visto o escuchado en relatos. Ni los antiguos, los de antes de la conquista.


Se había hecho el compromiso con Fernando Bahena Vera, secretario ejecutivo de la Comisión Estatal del Agua y Medio Ambiente, para que conociera muy cerca de su casa –Fernando es nativo del mero pueblo de Atlacomulco, ahí ha vivido toda su vida—lo que podría ser un modelo que beneficiara a todos los habitantes de la rivera barranqueña del Apatlaco. Con nosotros el promotor y guía de la visita, hermano del que escribe. Hacía 20 años que no regresábamos a la barranca de Benito, a sus flores y peces, a la paz y tranquilidad de un lugar rodeado de todo pero cerca de nada. Un lugar increíble, simplemente.


Más impresionados. Fernando Bahena enfrascado en temas que domina muy bien, hablaba con Benito, mientras un servidor descubría que el Temaxcal es como mágico, que la gran piedra que lo cubre fue diseñada por algún dios tlahuica para esta función, o por el propio creador que nos trajo el mundo occidental hace más de 500 años. Arriba su vivienda, metros abajo una bonita terraza, el Temaxcal, una especie de piscina natural sobre la que cae una cascada y hacia adentro una cueva que no tiene fin, pero de la que se siente un aire que llega desde quien sabe dónde, con mucho oxígeno a propósito. “El Garrobo” y Bahena seguían, hasta abajo, conversando junto a los estanques piscícolas. El secretario vio más allá, de acuerdo a su función tiene que buscar el beneficio de todo aquel que viva, dependa o haga daño al Río Apatlaco, desde Huitzilac hasta el último de los municipios de Morelos que lo integran.


No queremos fallar con las cifras técnicas del rescate al Apatlaco pero si es obligación decir lo bueno, lo que a Morelos le beneficia, lo que sus habitantes reclaman. Benito Nájera, nuestro viejo amigo “El Garrobo”, es un jubilado hace 10 años de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, pero antes ya aplicaba el recetario de sus antepasados tlahuicas, que yerbas, que baños de Temaxcal, que la meditación, que las flores, los peces y todo, todo, naturaleza. Nos enteramos del evento donde se iniciaría la construcción del colector marginal del Río Apatlaco y la restauración del cauce en el tramo Chapultepec—Atlacomulco. Se van a encauzar una serie de irresponsables drenajes que van directo al río. Eso va a beneficiar a Benito y a cientos de familias más del rumbo, por eso en el evento nos encontramos a los comisariados ejidales de Acapantzingo y Atlacomulco –que solo los divide la barranca, unos dos metros o cuatro, según el tramo--, también el buen Quinto, suegro de un entrañable amigo, Isaac Herrera Avilés, dueño de uno de tantos jardines que dan lustre al hermoso cuanto “aguoso” pueblo de Atlacomulco.


Atención a las palabras del gobernador Marco Antonio Adame, que al iniciar su discurso, enérgico, pidió a los presentes guardar silencio y “escuchar el sonido del agua”. Silencio total. Cuatro, siete, doce segundos. Se escucha lo que muchos hemos perdido la capacidad de hacerlo a pesar de tenerlo ahí, en nuestro viejo pero bien cuidado y remodelado Parque Chapultepec, de tanta añoranza infantil y de juventud apasionada en lo de la noviada. Era ahí, más de prisa en El Revu, en el Porfirio Díaz con su “Cueva del Amor” o en el Melchor Ocampo. No había para más. Ahí, en Chapultepec hay una presa exactamente en el lago. Ese principio de discurso del gobernador Marco Antonio Adame fue impactante. Los segundos con el sonido del agua, justificaban la presencia y advertían que se debe volver, al parque, a la rivera del Río Apatlaco, al paraíso de Benito Nájera “El Garrobo”, un ecologista desde siempre, natural y de convicción a prueba de todo.

Pero ese llamado al silencio nos obliga, también, a que hijos, nietos y lo que le siga, conozcan el sonido del agua en una expresión que ayer apreciamos en extremo. Hubo discursos, palabras, más cosas, pero nos quedamos con dos: el sonido del agua con la frase que iniciamos esta columna, expresada en una parte de su improvisado discurso de Marco Adame y la cara plena, feliz, morena, curtida de un Benito Nájera “El garrobo” que a sus 66 años nos comentaba entre unos ricos acorazados de puerco en chile morita: “¡Por fin se hizo algo. Por fin!”.


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