Preparación
27 septiembre 09
Javier Jaramillo Frikas
ColumnaProhibido Prohibir
“A cada acción le corresponde una reacción pero en sentido contrario”
Sí, es cierto, la batalla al interior del Partido Revolucionario Institucional empieza apenas como bien lo dice el amigo, colega y maestro José Manuel Pérez Durán en su Atril dominical. Pero también lo es que “palo dado ni Dios lo quita”. Y lo que hicieron el jueves por la noche ocho de los quince diputados de la fracción tricolor, camina más a crecer que el grupo encabezado por Julio Espín Navarrete formalmente, pero en los hechos –y hasta hace unos días— manejado por Guillermo del Valle Reyes.
Existe un elemento simple, a la vista, inobjetable: los 15 diputados del PRI lo son por elección directa, sean las que fueran las circunstancias de su nominación o las condiciones de excepción que hicieron al PRI arrasar en Morelos. La voz de la calle, la que se percibe estando lejos del poder y las burbujas políticas (léase gobierno del Estado, ayuntamientos, congreso, partidos, funcionarios de cualquier nivel, cortesanos y anexas), indicaba que Cuernavaca estaba a modo de ganarlo Manuel Martínez Garrigós y en condición descendente cualquier otro priista de la capital. Se sentía. Y, bueno, lo dijimos con oportunidad y contundentemente, a grado tal que nos tacharon de loco o nuestro trabajo fue cortado. Primero que el PRI tenía posibilidades. Pasaban las semanas y cambian la percepción: va a ganar el PRI. Y dos meses antes la sentencia: solo si los roban.
Pero no sentíamos la palpitación de otros municipios que determinaron votar por este partido. Y en la dirigencia estatal el manejo fue igual que en elecciones anteriores: venta, concesiones, condiciones leoninas, firmas de pagarés y privilegios para los primeros lugares. Un factor elemental fue que Beatriz Paredes Rangel, la presidenta nacional, tenía información profesional que Cuernavaca era viable de ganar desde hace un año. Por ello se marcaron condiciones para que en una competencia bien dirigida se colocara al priista que ella, la tlaxcalteca, sabía podía garantizar el triunfo.
Escenarios optimistas
El escenario optimista era Cuernavaca y, tal vez dos de sus cuatro distritos locales. Quizá la diputación que, a la distancia, marca tamaños entre participantes: con el mismo padrón de electores, Martínez Garrigós le sacó alrededor de 16 mil votos al hoy diputado federal Francisco Moreno Merino, un parámetro para medir los tamaños de cada cual. Y los números no fallan en estas cosas. Existía en la confianza de la dirigencia nacional un hecho: Martínez Garrigós y su grupo histórico –el que todos conocen y ahí siguen, los garrigosistas-- en las últimas tres elecciones no permitió que Maricela Sánchez y Guillermo del Valle impusieran cuotas en Cuernavaca. No sucedió lo mismo en el resto del Estado. Cuando La Dupla sintió que la capital era otro asunto, desistieron y optaron por cuidar su parcela al interior, territorialmente grande, políticamente menor.
Así se llega al 5 de julio y mientras en Cuernavaca era un hecho que el PRI ganaba cuando menos por 15 puntos –lo hizo por 26, una verdadera paliza al PAN—en el resto del Estado se generaba el escándalo: 15 de los 18 distritos locales eran ganados por los priistas y 16 de los 33 ayuntamientos. Por número de habitantes no tenemos en este momento el dato pero lo daremos en siguientes días, el PRI gobierna entre el 80 y 85 por ciento de morelenses. ¿Eso que representa? Una gran responsabilidad, primero. Luego, el manejo exacto de la administración y la política para sostener el peso del triunfo electoral. Y establecemos otro hecho contundente: la gran victoria tomó a los priistas en curva, los agarro mal parado y los mantuvo perplejos (no confundan aunque se parezca el término: anotamos perplejos), hasta llegar a la semana anterior. En tanto todo era la vorágine, la borrachera de la victoria y la gratitud mal entendida.
Los diputados, los 15, ganaron su lugar en el Congreso. Los 15 tienen fuero constitucional y tardaron alrededor de un mes para regresar a la realidad. La mayoría de ellos son debutantes en la Cámara, pero ya sentados ahí, pasando días y sesiones, gritos y agandalle, fintas e intercambio de golpes, entendieron que su función no era solamente decir sí a una o dos personas, sino tomar decisiones que beneficien a la mayoría. Y la primera es, simple y sencillamente el bien común. Los morelenses, todos. Y esto, claro, está encima de ellos, pero mucho más de La Pareja que durante nueve años ha mantenido un control político y económico sobre un PRI devastado, un PRI sin rumbo, un PRI alejado del pueblo, un PRI inexistente, pero con militantes y simpatizantes que regresaron “del más allá” que no era otra cosa que desligarse de la realidad “del más acá” que a su vez representaba el manejo arbitrario que lo llevó al sitio donde se encontraba antes del 5 de julio de este años, hace apenas dos meses: en una situación de desprestigio y sin credibilidad social. Decir lo contrario, es mentir. Que la reacción electoral es sin precedentes, ahí está, pero con origen en un fenómeno nacional, en una ola parecida a la de Vicente Fox en el 2000 o a la de López Obrador hace tres años.
Faltaba solamente tal como lo vaticinó un político que sabe de estas cosas: “deja que cobren su primera quincena los diputados, que sepan que están ahí por su gente en los distritos, que la factura la han pagado mucho antes y verás qué va a pasar”. Efectivamente: los diputados se acaban de enterar que las decisiones son colegiadas pero sin anteponer humillaciones, inclinaciones ni vergüenzas. La función legislativa no es un juego, seguramente lo entienden unos y empiezan otros a explorar estos caminos.
Cualquier cosa es barata
Es obvio que Guillermo y Maricela van a vender cara su derrota, pero no hay más que lo que está a la vista: les han aplicado una acción, una sola, de las cientos que hicieron con el PRI en sus manos. Si el argumento es que no ganó el PRI de ellos, parte porque no hay manera de eliminar este hecho. No ganaron Guillermo y Maricela por una razón simple: ganó el PRI y eso los dejó fuera de la comodidad plurinominal. Sí, claro que debe doler: ¡Cómo es posible que la gente haya votado tanto para dejar eliminada a una pareja que ha sido noticia durante casi una década! Habrá los que endosen frases ad hoc al tema pero lo escuchamos en voz de un priista—priista cuando se enteró, recién pasado el 5 de julio que no llegaban a ningún Congreso: ¡Justicia Divina!
Y lo que siguió: el intento del suprapoder encima de los que legalmente lo tienen, los diputados, es una aberración, donde arrastran a los morelenses en general, priistas y no priistas. Injusto que la costumbre del poder, las canonjías y el desenfreno, el mesianismo y la frivolidad, sea pagada por cada uno de los morelenses. Esto indica el alto grado de responsabilidad de los diputados, de los 30, pero en este momento de los 15 del PRI, que tienen que demostrar que su mayoría avalada por el pueblo no es casualidad. Jorge Arizmendi García no es improvisado, tampoco Julio Espín Navarrete, ninguno de los demás. Y tocamos a uno en especial: Omar Guerra Melgar, periodista que en su momento era la cara de la televisión en Morelos, sacrificado arbitrariamente por Javier López Chabelo y sus negocios con los comerciantes de los medios. El no le debe nada a La Dupla. Fue enviado al sacrificio, a que lo vapulearan, a que sin recursos, con su entrega y corazón, el 6 de julio regresara a la inactividad. Fue el diputado que ganó más fácilmente en Cuernavaca no obstante los muchos dineros que usaron en el PAN. El no es mariselistadelvallista. Es morelense, es cuernavacense, es diputado, es quien ganó. Y punto. ¿Quién le puede hacer un reproche? Votó a favor de reacomodar la coordinación del grupo parlamentario. Está bien. El procedimiento al interior del Congreso lo van a tener que consumar. Aquí lo importante es que cada diputado, los 15 del PRI y la mitad que resta, tienen un compromiso con Morelos. Con nadie más.
“…y si no lo hicieres, que el pueblo de Morelos os lo demande”.
En ninguna parte escuchamos que en la instalación del Congreso apartaran a los priistas y les leyeran: “…de no ser así, que Maricela y Guillermo se los demanden”.
No hay problema, el par está bien, mucho muy bien, tras nueve años lunamielescos con todas las prebendas que ninguno de los 15 gozó. Hoy el fuero y el derecho otorgado por los ciudadanos los tienen ellos. Se dieron cuenta unos, faltan los otros, pero la acción es trascendente: un antes y un después. De cada uno de ellos depende, porque la sociedad cuenta con la capacidad de cambiar las condiciones cada tres años. Allá el que desee crecer y el que pase de noche por El Congreso del Estado. Allá el que permita lo vilipendien y traten cual marioneta. Allá cada quién…
Los ojos de muchos morelenses están posados sobre ellos, de cada uno de sus gestos, de sus acciones, los tenemos en observación.
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domingo, 27 de septiembre de 2009
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